Imperial Mexico
Para muchos ciudadanos mexicanos, Benito Juárez es el presidente mejor considerado hasta el día de hoy, siendo además el único que ostenta el título de Benémerito de las Américas. De origen zapoteca, nació en 1806 y recibió la educación elemental como seminarista, graduándose de Derecho en el Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca. Alcanzó fama como educador, abogado y miembro del Congreso de ese mismo estado y, después de ser elegido para la Cámara de los Diputados de la Unión, emergió como un destacado dirigente liberal. Contribuyó a redactar la Constitución de 1857, que ampliaba los derechos del pueblo mexicano: una de las provisiones de la Carta Magna, conocida como la «Ley Juárez», abolió los privilegios jurídicos de la Iglesia y del Ejército. Cuando los conservadores se alzaron en armas para derogar esta constitución, Juárez condujo las fuerzas liberales hacia la victoria durante la guerra civil conocida como «Guerra de Reforma» (1857-1860), y cuando la invasión francesa tuvo lugar a continuación, alcanzando la capital, Juárez se negó a rendirse y se retiró al norte del país. Benito Juárez y Abraham Lincoln tenían mucho en común y compartían una simpatía recíproca por sus causas respectivas durante las guerras fratricidas que tuvieron lugar ambos países. Después de la derrota de los franceses y de la ejecución de Maximiliano, Juárez retomó sus funciones como presidente en 1867, cargo para el que fue reelegido y en el que fungió hasta su muerte, en 1872.
Juan Nepomuceno Cortina y la Guerra de Secesión de Estados Unidos
En julio de 1864, las tropas unionistas abandonaron Brownsville, dejando a Juan Cortina frente a los confederados hostiles, al norte, y con los imperialistas franco-austríacos avanzando hacia Matamoros desde el sur. Cortina trazó un plan para hacer cruzar 1 500 efectivos de la Brigada Cortina a la ribera norte del río, donde podrían unirse a las fuerzas de la Unión, y el 8 de septiembre de 1864, hasta tres centenares de sus hombres pertenecientes a los Exploradores del Bravo, con tres piezas de artillería, lo lograron. Se unieron a las tropas federales en un asalto a los confederados cerca del Rancho Palmito y, en el combate, doce cortinistas fueron apresados y retenidos como prisioneros de guerra. La presencia de la tropa cortinista en los Estados Unidos desató una tormenta diplomática de protesta por parte de los franceses. Después de la rendición de Matamoros y de una breve singladura en el ejército imperial, Cortina se rebeló contra los franceses en abril de 1865, y de nuevo estableció relaciones amistosas con los federales, que retenían la Isla de Brazos así como una estrecha franja del Río Grande. Con el final de la Guerra de Secesión, Cortina abrió incluso una oficina de reclutamiento en Brownsville, y el general William Tecumseh Sherman, durante una gira por la frontera del Río Grande en el verano de ese mismo año, se reunió con Cortina en esa misma ciudad: un flujo de material bélico empezó a entrar en México con destino a los liberales y a Benito Juárez, en su sangrienta disputa contra los imperialistas. Hacia finales de junio de 1866, habiéndose retirado de Matamoros el majestuoso ejército imperial, Cortina cabalgó triunfal de regreso a la ciudad. En los años que siguieron, los liberales se disputaron entre sí el poder en México y Cortina siguió compitiendo por ganarse el corazón y la voluntad de las gentes de Tamaulipas y del Sur de Texas.
Juan Nepomuceno Cortina y la «Segunda Guerra de Cortina»
Con el estallido de la Guerra de Secesión en EE. UU. y de la Guerra de Reforma en México, Juan Nepomuceno Cortina regresó a la ribera norte del Río Grande, vadeándolo en mayo de 1861 con una treintena de sus hombres y saqueando Carrizo, la sede del condado de Zapata. No obstante, en una confrontación de cuarenta minutos que tuvo lugar el 22 de mayo de 1861, el capitán confederado Santos Benavides derrotó de manera contundente a Cortina, matando o capturando a varios de sus hombres y repeliendo a través del río hasta México a los restos de sus tropas. Al parecer, once de los prisioneros cortinistas fueron ahorcados o fusilados por los confederados. Aún ansioso de poder y de venganza, Cortina se sumó a las tropas de Benito Juárez contra la ocupación de México por parte del ejército franco-austríaco, y fue ascendido a rango de teniente coronel. Regresó a la frontera en 1863, donde promovió la ocupación unionista de Brownsville. Incluso diversos cortinistas se enlistaron en el ejército federal, del que recibieron una compensación, por lo que tuvieron ocasión de ajustar cuentas con sus antiguos enemigos de Texas. Cortina llegó incluso a autorizar que los unionistas tomaran el control de tres de los vapores de Mifflin Kenedy y Richard King que navegaban bajo bandera mexicana. Tan solo semanas después de la ocupación de Brownsville, el general Nathaniel Banks, al mando de la incursión unionista en Río Grande, cruzó el río para ser recibido cálidamente en Matamoros por Cortina.
La ciudad de Matamoros alberga 490 000 habitantes, y se encuentra ubicada en la margen meridional del Río Grande, a veinte millas del mar y el Golfo de México. La población fue fundada en 1774 por José de Escandón, quien emitiera 113 concesiones de tierras. A causa de ubicación en la fértil cuenca del Río Grande y el noreste de México, la localidad creció de manera sostenida y para 1850 ya vivían en ella unas 40 000 personas. Entre sus residentes se incluían importantes terratenientes mexicanos así como diversos comerciantes anglosajones, como Mifflin Kenedy, Richard King y Charles Stillman, tres hombres que configurarían la historia de la ribera norte del río. En la década de 1850, el gran tráfico comercial que se generó después del establecimiento de una zona franca en la frontera, así como la cercana ubicación de Bagdad como puerto confederado, alimentó la prosperidad de la ciudad hasta el final de la Guerra de Secesión estadounidense. John Warren Hunter, un comerciante de algodón, describió el lugar como «un gran núcleo comercial», lleno de «tiros de bueyes, mulas y carruajes mexicanos cargados del algodón procedente de casi cada ciudad y pueblo de Texas». Pero, después del final de la Guerra de Secesión, la población de la localidad disminuyó, y para 1880 la economía de la ciudad se encontraba asfixiada, y apenas 8 000 habitantes permanecían en el lugar.
México y la Guerra de Secesión estadounidense
Si la Unión y la Confederación lucharon entre 1861 y 1865, los juaristas, o seguidores de Benito Juárez, combatieron contra los imperialistas franceses y austríacos de 1862 a 1867. El Valle del Río Grande desempeñó un papel importante en ambas contiendas debido a varias razones: el bloqueo naval unionista a los puertos confederados limitaba la capacidad exportadora de algodón de la Confederación, así como también la posibilidad por parte de los sureños de importar cañones, suministros médicos y otros materiales bélicos necesarios. Para sortear el bloqueo de la Armada estadounidense, los confederados utilizaban el pequeño puerto marítimo de Bagdad, localidad que la Unión no podía asaltar sin arriesgarse a entrar en guerra con Francia, con lo que la localidad emergió como el último puerto marítimo importante de la Confederación. Para interrumpir este flujo comercial, los unionistas desembarcaron en la Isla de Brazos Santiago y marcharon hacia el interior sobre la ciudad de Brownsville, siguiendo después las márgenes del río hacia el noroeste. Los confederados respondieron desplazando los puntos de embarque hacia el oeste y repeliendo con posterioridad las fuerzas confederadas de nuevo hasta Brazos Santiago. Los impuestos aduaneros generados por el tráfico comercial en Bagdad proporcionaban una fuente de ingresos sustancial para el gobierno mexicano y, aunque el mando liberal de esa región de México, dirigido por Juan Cortina, era partidario unionista, éste podría colaborar con las fuerzas sureñas o con las norteñas según conviniera. Cuando Matamoros pasó brevemente a manos imperialistas, los franceses y los confederados cooperaron también, y aunque un gran número de hostilidades tuvieron lugar a ambas orillas del río, no llegó a desatarse un conflicto bélico internacional entre los lados ni mexicano ni estadounidense.
La vida de la nación Mexicana estuvo presidida durante este periodo de treinta años por el conflicto entre conservadores y liberales, que tuvo como resultado diversos enfrentamientos bélicos. Los conservadores eran partidarios de un liderazgo gubernamental restringido a una minoría educada, con sufragio, libertades civiles y servicios sociales limitados, un gobierno centralizado fuerte y una religión de estado para salvaguardar el tejido moral del país. Los liberales, por el contrario, defendían el sufragio universal masculino, amplias libertades civiles, un gobierno descentralizado y menos autoritario, y la libertad religiosa. Después de la pérdida de la mitad del territorio nacional en 1848 a manos de Estados Unidos, México libró tres guerras civiles. La primera, de 1853 a 1855, acabó con el derrocamiento del gobierno conservador del general Antonio López de Santa Anna por parte de las fuerzas liberales al mando de Juan Álvarez y Benito Juárez. El segundo conflicto, conocido como «Guerra de Reforma», se extendió de 1857 y hasta el final de 1860, y constituyó un intento fallido por parte de los conservadores de derrocar a Juárez y revocar la Constitución liberal de 1857. La tercera contienda, conocida como «Segunda Intervención Francesa», se prolongó de 1862 a 1867, un periodo que atestiguó la invasión de México por parte de fuerzas francesas y austríacas en alianza con los conservadores del país, en un intento de revertir el desenlace de la Guerra de Reforma.
Porfirio Díaz sigue siendo una de las figuras más enigmáticas y denostadas de la historia de México: oriundo del Estado de Oaxaca y posterior discípulo de Benito Juárez, Díaz se distinguió militarmente en el ejército liberal y, ya como general durante la Segunda Intervención Francesa, adquirió renombre a nivel nacional después de encabezar la carga que expulsó a las tropas galas de Puebla. No obstante, después de dos campañas presidenciales sin éxito, Díaz abandonó el liberalismo y se concentró en derrocar al gobierno mexicano: empezó en 1875 con una visita a Nueva York para granjearse el apoyo de capitalistas estadounidenses que buscaban un mejor acceso a las oportunidades inversoras en México. Se dirigió después al Sur de Texas, donde recaudó varios cientos de miles de dólares de donantes particulares para instruir a un pequeño ejército, con el que cruzó el río y tomó Matamoros el primero de abril de 1876, mediando escasa resistencia. Desde ese entonces y hasta 1910, gobernó México con mano de hierro, durante el período que se conoce como el «Porfiriato». Si bien Díaz se enorgullecía del espectacular desarrollo ferroviario y minero durante su mandato, ese crecimiento se alcanzó a un coste terrible, pues se suprimieron las libertades civiles garantizadas por la Constitución de 1857 y millones de mexicanos fueron desahuciados de sus viviendas y tierras, expropiadas para abrir paso a las explotaciones comercial. Para el final de su régimen, la mayor parte los mexicanos era más pobre de lo que habían sido sus predecesores cuarenta años antes, lo que allanó el camino para el estallido de la Revolución Mexicana en 1910.